domingo, 8 de marzo de 2009

LO QUE NO TENGO Y LO QUE TENGO

Decidí escribir sobre Luciana León, pero la sucesión de una serie de improvistos, los escalones de la vida, postergaron ello hasta hoy, y resulta que ahora ya no tengo ganas de escribir sobre León. Un fortuito encuentro con la congresista acontecido en una heladería sanborjina, un breve intercambio de palabras, su mirada con esos hermosos ojos que posee, su simpático rostro, su sonrisa, su mediana estatura, su delgadez eran motivos más que suficientes que me animaron a narrar tal encuentro y, de paso, satirizar su situación de agraciada congresista hija de un traficante de influencias de ligas mayores relacionado estrechamente con el partido de gobierno, aunque los apristas lo nieguen, así como dejar para la opinión de quien me leyera, si Luciana era una persona amistosa, como parece por televisión, y si calificaba para llevar el apodo de “calabacita” que le han endilgado. Decidí postergar lo que había decidido hacer, o sea escribir sobre el encuentro, porque eran los últimos días del 2008, días próximos a las celebraciones por Año Nuevo, y un serie de compromisos relacionados con la fecha me mantuvieron distraído, pero sobre todo la llegada, desde el norte del país, de mi hijo a la capital con el fin de pasar las vacaciones en Lima.

Ya con el pequeño a mi lado no tuve tiempo para redactar porque, excepto cuando me iba a trabajar, nunca me dejó solo. Explicación psicológica: el tiempo que no había estado conmigo (5 meses) los que quería recuperar en las vacaciones. Además, una mayor carga de trabajo disminuyó la posibilidad de que tuviera un tiempo libre para escribir acerca del encuentro con Lucianita. Eso fue en enero y febrero. Estamos en marzo y todo ha cambiado.

Ya no tengo a mi hijo (volvió con su madre para continuar sus estudios escolares); no tengo el trabajo de antes (cambiaron las reglas con las que trabajaba); no tengo dinero (uniforme y útiles escolares me han dejado lo que se dice “misio”); no tengo pareja (varios meses ya); no tengo ánimo de buscar una, no tengo claro mi porvenir, no tengo ánimo de recordar tiempos mejores (mil gracias por la invitación a la reunión del viernes que no acudí, compañeros de la “promo”), no tengo internet tampoco televisión por cable y, por último, ya no tengo deseos de narrar mi fugaz encuentro con Lucianita.

Pero todo lo que no tengo puedo superarlo porque tengo a mis dos formidables padres aún vivos, tengo a mi hermana con su hijita, tengo a mis amigas y amigos (desatendidos, por mi parte, en las últimas semanas) y tengo unas ganas inmensas de emborracharme con ellos, aunque creo que esto no se podrá cumplir, porque ahora todos se cuidan, especialmente ellas, y así no vale ¿O sí?.





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